lunes, 16 de noviembre de 2009

Ciencia y fe

¿La ciencia por encima de todo?
Fuente: Forumlibertas

Una científico decía que “debería haber un acuerdo de todos los partidos políticos para que la ciencia esté por encima de todo” y que “ni la política ni la religión deberían interferir en la investigación científica”.

El doctor Josef Menguele estaría de acuerdo. De hecho, en el campo de exterminio de Auschwitz, Menguele también invocó a la ciencia para realizar sus experimentos con seres humanos. Pero claro: es que los judíos no eran humanos para los nazis. Tampoco los embriones humanos lo son para algunos científicos modernos.


Las ciencias no pueden prescindir de la Trascendencia
Benedicto XVI, Nov 2006, Texto completo: Zenit

«El hombre, tanto en su interioridad como en su exterioridad, no puede ser plenamente comprendido si no se le reconoce abierto a la trascendencia».

«Privado de su referencia a Dios, el ser humano no puede responder a los interrogantes fundamentales que agitan y agitarán siempre su corazón en lo concerniente al fin, y por tanto, al sentido de su existencia», reconoció.

«En consecuencia, ni siquiera es posible incorporar en la sociedad aquellos valores éticos que por sí solos pueden permitir una convivencia digna del ser humano», denunció.

«El destino del ser humano sin su referencia a Dios no puede ser sino la desolación de la angustia que conduce a la desesperación», añadió.

«Solo si se hace referencia al Dios-Amor, que se ha revelado en Jesucristo, el ser humano puede encontrar el sentido de su existencia y vivir en la esperanza, a pesar de la experiencia de los males que hieren su existencia personal y la sociedad en la que vive».

«La esperanza ayuda a que el hombre no se cierre en un nihilismo paralizador y estéril, sino que se abra al compromiso generoso en la sociedad en que vive para poderla mejorar»


El mundo científico no es antitético a la realidad de los valores espirituales.
Tras el Concilio Vaticano II y después de algunos célebres documentos de la Iglesia, como la encíclica «Fides et Ratio» de Juan Pablo II -Cardenal Poupard, 2007

Al contrario, estas dos realidades son recíprocamente complementarias. El progreso científico, propiamente interpretado, ayuda a la mejor comprensión e interiorización de los valores espirituales, así como los valores espirituales tienen la fuerza intrínseca de sensibilizar a quienes promueven las investigaciones científicas. No es posible enumerar todos los ejemplos que muestran que los valores espirituales, o las intuiciones religiosas, han influido en el progreso científico. Me detengo sólo en un pequeño ejemplo que muestra cómo una intuición religiosa ha contribuido al progreso científico. El problema de los orígenes del mundo, las investigaciones de astrofísica y los respectivos modelos interpretativos, con la predominante teoría del Big Bang, son un resultado de la intuición que tiene las raíces en la fe bíblica en el acto creativo. Los griegos no se hacían la pregunta sobre la creación del mundo, convencidos de la eternidad de la materia. Las investigaciones, inicialmente pertenecientes a las disciplinas especulativas, pero luego también a las ciencias naturales, tienen inevitablemente una impronta de las intuiciones religiosas, lo que no quiere decir sin embargo que no haya habido ningún tipo de tensión entre fe y ciencia en el curso de los siglos.

Afortunadamente, hoy vemos un mayor diálogo entre cristianismo y mundo de la ciencia, que es cada vez más profundo y comprometedor, y que demuestra cuánto podemos aprender los unos de los otros promoviendo juntos iniciativas de diálogo. Desde hace casi seis años, el Consejo Pontificio de la Cultura junto a algunas universidades pontificias, ha iniciado el proyecto científico STOQ (Science, Theology and the Ontological Quest) que, concediendo becas, organizando conferencias internacionales y publicando textos especializados, impulsa el diálogo entre las ciencias naturales y la reflexión filosófico-teológica. Pero no olvidemos que hay otras importantes iniciativas y estructuras. Es suficiente recordar la aportación que, en este sentido, ofrece la Academia Pontificia de las Ciencias, que une a prestigiosos científicos de todo el mundo, de diversas culturas y religiones –muchos de ellos ganadores del premio Nobel– que mantienen un debate académico sobre las cuestiones científicas, pero referidas a la realidad de los valores y a menudo correlacionadas con las cuestiones relativas a la fe. En este sentido, el cristianismo y sus valores, junto con las profundas intuiciones religiosas, pueden convertirse en una importante fuente de inspiración para muchas disciplinas científicas, siempre que los mismos científicos no asuman una postura de desprecio y de rechazo del tesoro de la fe cristiana.


Si la ciencia no se pone al servicio del hombre se traiciona
Juan Pablo II: Discurso a un grupo de rectores de universidades de Polonia, El 30 de agosto, 2001.

Ilustrísimos y queridos señores y señoras:

1. Os doy la bienvenida y os saludo de corazón. Me alegra poder recibir nuevamente a los rectores magníficos de las escuelas superiores polacas. Agradezco al profesor Woznicki, presidente del Colegio de rectores académicos de las escuelas polacas, la introducción y las amables palabras que me ha dirigido.

Nuestros encuentros ya son tradicionales y, en cierto modo, constituyen un signo del diálogo entablado entre el mundo de la ciencia y el de la fe, «Fides et ratio». Al parecer, ya ha pasado definitivamente el tiempo en que se trataba de contraponer estos dos mundos. Como fruto de los esfuerzos de muchos ambientes de intelectuales y teólogos, sostenidos por la gracia del Espíritu Santo, aumenta cada vez más la convicción de que la ciencia y la fe no son extrañas, sino que, por el contrario, ambas se necesitan y se complementan recíprocamente. Creo que la buena acogida de la
encíclica «Fides et ratio» se ha debido precisamente a la conciencia cada vez más profunda de la necesidad de diálogo entre el conocimiento intelectual y la experiencia religiosa. Doy gracias a Dios por toda inspiración que nos lleva en esta dirección.

Luces y sombras del progreso de la técnica
2. Durante nuestros encuentros ya he abordado diversos temas relacionados con la universidad, la escuela de estudios superiores o el instituto científico como ambiente que influye notablemente sobre la existencia en el tiempo del hombre, de la sociedad y de la humanidad. La conciencia del papel extraordinario de la universidad y de la escuela superior está siempre viva en mí, y por eso me interesa mucho la atención que se presta a su forma, de modo que la influencia que ejerce en el mundo y en la vida de todo hombre signifique siempre el bien, posiblemente el mayor bien en cada sector. Sólo así la universidad y la escuela superior contribuirán al verdadero progreso y no representarán un peligro para el hombre.

Me acuerdo de que, cuando escribí mi primera encíclica, «
Redemptor hominis», hace más de veinte años, mi reflexión iba acompañada por el interrogante sobre el misterio del miedo que experimenta el hombre moderno. Entre sus diversas fuentes, creí conveniente subrayar una: la experiencia de la amenaza originada por lo que es producto del hombre, el fruto del trabajo de sus manos y, más aún, del trabajo de su inteligencia, de las tendencias de su voluntad. Al comienzo del tercer milenio, esta experiencia es aún más intensa. En efecto, muy a menudo sucede que lo que el hombre logra producir gracias a las posibilidades siempre nuevas del pensamiento y de la técnica se convierte en objeto de «alienación», y, si no totalmente, al menos en parte, escapa al control del artífice y se vuelve contra él (cf. «Redemptor hominis», 15). Los ejemplos de esta situación son muchos. Basta citar las conquistas en el campo de la física, sobre todo de la física nuclear, o en el campo de la transmisión de la información, del proceso de explotación de los recursos naturales de la tierra o, en fin, las experimentaciones en el campo de la genética y la biología.

Por desgracia, esto afecta también a los sectores de la ciencia vinculados más con el desarrollo del pensamiento que con los medios técnicos. Sabemos cuáles amenazas surgieron durante el siglo pasado a causa de la filosofía puesta al servicio de la ideología. Somos conscientes de que es muy fácil usar contra el hombre, contra su libertad y su integridad personal, los logros en el sector de la psicología. Cada vez con mayor frecuencia descubrimos cómo pueden destruir la personalidad, sobre todo de los jóvenes, la literatura, el arte o la música, si en su proceso de creación se inserta un contenido hostil al hombre.

Al experimentar los resultados de la «alienación» de la obra con respecto al autor, tanto en la esfera personal como social, la humanidad se encuentra, en cierto modo, en una encrucijada. Por una parte, es evidente que el hombre está llamado y dotado por el Creador para crear, para dominar la tierra. Es sabido también que el cumplimiento de esta misión ha llegado a ser el motor del desarrollo en los diferentes sectores de la vida, de un desarrollo que debería mantenerse al servicio del bien común. Pero, por otra, la humanidad teme que los frutos del esfuerzo creativo puedan volverse contra ella e, incluso, transformarse en medios de destrucción.

El importante papel de las universidades
3. En el contexto de esta tensión todos somos conscientes de que las universidades y los centros de estudios superiores, que promueven directamente el desarrollo en las diversas esferas de la vida, desempeñan un papel clave. Por tanto, es necesario preguntarse cuál debería ser la forma intrínseca de estas instituciones, para que se lleve a cabo un continuo proceso de creación, de manera que sus frutos no sufran «alienación» y no se vuelvan contra su artífice, contra el hombre.

Parece ser que el fundamento de la aspiración a esa orientación de la universidad es
la solicitud por el hombre, por su humanidad. Cualquiera que sea el campo de la investigación, del trabajo científico o creativo, quienquiera que aplique en él su ciencia, su talento y sus esfuerzos debería preguntarse en qué medida su obra forja primero su propia humanidad; luego, si hace que la vida del hombre sea más humana, más digna de él, desde todos los puntos de vista; y, por último, si en el marco del desarrollo, del que es autor, el hombre «se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos» («Redemptor hominis», 15).

Esta concepción de la ciencia, entendida en sentido amplio, manifiesta su carácter de servicio. En efecto, la ciencia, si no se ejerce con sentido de servicio al hombre, fácilmente puede subordinarse a intereses económicos, con el consiguiente desinterés por el bien común, o, peor todavía, puede ser utilizada para dominar a los demás e incluida entre las aspiraciones totalitarias de las personas y los grupos sociales.

Por eso, tanto los científicos maduros como los estudiantes principiantes deberían analizar si su justo deseo de profundizar en los misterios del conocimiento corresponde a los principios fundamentales de la justicia, de la solidaridad, del amor social y del respeto a los derechos de cada hombre, del pueblo o de la nación.

Del carácter de servicio de la ciencia nacen obligaciones no sólo con respecto al hombre o a la sociedad, sino también, o tal vez sobre todo, en relación con la verdad misma. El científico no es un creador de la verdad, sino su investigador. La verdad se le revela en la medida en que le es fiel. El respeto a la verdad obliga al científico o al pensador a hacer todo lo que está a su alcance para profundizarla y, en la medida de lo posible, presentarla con exactitud a los demás.

Ciertamente, como afirma el Concilio, «las cosas creadas y las sociedades mismas gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente» («Gaudium et spes», 36) y, al respecto, es preciso reconocer las exigencias metodológicas propias de cada ciencia y arte. Sin embargo, conviene recordar que la única búsqueda correcta de la verdad es la que se realiza con un examen metódico, de manera verdaderamente científica y respetando las normas morales. La justa aspiración al conocimiento de la verdad no puede descuidar jamás lo que pertenece a la esencia de la verdad: el reconocimiento del bien y del mal.

Abordamos aquí la cuestión de la autonomía de las ciencias. Hoy, a menudo, se defiende el postulado de la libertad ilimitada de la investigación científica. Al respecto, si, por una parte --como he dicho--, es preciso reconocer el derecho de las ciencias a aplicar los métodos de la investigación que le son propios; por otra, no se puede estar de acuerdo con la afirmación de que el campo de las investigaciones mismas no está sujeto a limitación alguna. El confín es precisamente la distinción fundamental entre el bien y el mal. Esta distinción se realiza en la conciencia del hombre.
Por tanto, se puede decir que la autonomía de las ciencias termina donde la conciencia recta del científico reconoce el mal, el mal del método, del resultado o del efecto. Por eso es tan importante que la universidad y el instituto superior de ciencias no se limiten a transmitir conocimientos, sino que sean el lugar de la formación de la conciencia recta. En efecto, en esto, y no en los conocimientos, reside el misterio de la sabiduría. Y, como afirma el Concilio, «nuestra época, más que los siglos pasados, necesita esa sabiduría para que se humanicen todos los nuevos descubrimientos realizados por el hombre. El destino futuro del mundo está en peligro si no se forman hombres más sabios» («Gaudium et spes», 15).

Es preciso regular la competitividad
4. Hoy se habla mucho de la globalización. Se tiene la impresión de que este proceso afecta también a la ciencia y que no siempre tiene una influencia positiva. Una de las amenazas que se ciernen sobre la globalización consiste en una competitividad malsana. Los investigadores, más aún, muchos ambientes científicos creen que para mantener la competitividad en el ámbito del mercado mundial, la reflexión, las investigaciones y las experimentaciones no pueden realizarse sólo con la aplicación de métodos justos, sino que deben adecuarse a los objetivos indicados anticipadamente y a las expectativas del mayor público posible, aunque esto implique una transgresión de los derechos humanos inalienables. Desde esta perspectiva, las exigencias de la verdad ceden su lugar a las así llamadas reglas del mercado.

Esto puede conducir fácilmente a la reticencia de algunos aspectos de la verdad o incluso a la manipulación de la misma, sólo para presentarla de modo aceptable a la opinión pública. A su vez, esta aceptación es exhibida como prueba suficiente del acierto de esos métodos injustificables.

En esta situación resulta difícil mantener incluso las reglas fundamentales de la ética.
Así pues, la competitividad de los centros científicos, aunque es justa y deseable, no puede desarrollarse a costa de la verdad, del bien y de la belleza, a costa de valores como la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, o de los recursos del ambiente natural. Por consiguiente, la universidad y todo centro científico, además de transmitir conocimientos, deberían enseñar cómo reconocer claramente la licitud de los métodos y también cómo tener la valentía de renunciar a lo que es metodológicamente posible, pero éticamente condenable.

Esa exigencia sólo puede realizarse con clarividencia, es decir, con la capacidad de prever los efectos de los actos humanos y asumir la responsabilidad por la situación del hombre, no sólo aquí y en este momento, sino también en el rincón más lejano del mundo y en el futuro indefinido. Tanto el científico como el estudiante deben aprender siempre a prever la dirección del desarrollo y los efectos que sus investigaciones científicas pueden tener para la humanidad.

Colaboración entre ciencias técnicas y humanísticas
5. Estas son sólo algunas reflexiones, algunas sugerencias que nacen de la solicitud por la dimensión humana de las escuelas de estudios universitarios. Estos postulados se verificarán más fácilmente si se establece una estrecha colaboración y un intercambio de experiencias entre los representantes de las ciencias técnicas y humanísticas, incluida la teología. Hay muchas posibilidades de contactos en el ámbito de las estructuras universitarias ya existentes. Creo que encuentros como este abren nuevas perspectivas de cooperación para el desarrollo de la ciencia, y para el bien del hombre y de toda la sociedad.

Si hoy hablo de todo esto, lo hago porque «la Iglesia, que está animada por la fe escatológica, considera esta solicitud por el hombre, por su humanidad, por el futuro de los hombres sobre la tierra y, consiguientemente, también por la orientación de todo el desarrollo y del progreso, como un elemento esencial de su misión, indisolublemente unido a ella. Y encuentra el principio de esta solicitud en Jesucristo mismo, como atestiguan los Evangelios. Y por esta razón desea acrecentarla continuamente en él, redescubriendo la situación del hombre en el mundo contemporáneo, según los más importantes signos de nuestro tiempo» («Redemptor hominis», 15).

Ilustres señores y señoras, os agradezco vuestra presencia y vuestra voluntad de amplia colaboración con vistas al desarrollo de la ciencia polaca y mundial, que manifestáis no sólo en ocasiones tan solemnes como esta, sino también a diario en vuestra actividad universitaria. Formáis un ambiente particular que, espero, encuentre su equivalente en las estructuras de la Europa que se une.

Os pido que transmitáis a vuestros colaboradores, a los estimados profesores, al personal científico y administrativo, y a todos los estudiantes, mi saludo cordial y la seguridad de mi constante recuerdo en la oración. Que la luz del Espíritu Santo acompañe a todo el ambiente de los científicos, los intelectuales y los hombres de cultura en Polonia. Os sostenga siempre la bendición de Dios.

http:http://www.catolico.org/ciencia_razon/@ciencia_fe.htm

Evangelio del martes 17 de noviembre de 2009

  • Primera Lectura: II Macabeos 6,18-31
    "Legaré un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente la muerte por amor a nuestra Ley"

    En aquellos días, a Eleazar, uno de los principales escribas, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida.

    Los que presidían aquel sacrificio ilegal, viejos amigos de Eleazar, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera, haciendo como que comía carne del sacrificio ordenado por el rey, para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración. Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la Ley santa dada por Dios, respondió todo seguido: "¡Enviadme al sepulcro! Que no es digno de mi edad ese engaño. Van a creer muchos jóvenes que Eleazar, a los noventa años, ha apostatado, y, si miento por un poco de vida que me queda, se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar e infamar mi vejez. Y, aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. Si muero ahora como un valiente, me mostraré digno de mis años y legaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a arrostrar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable Ley."

    Dicho esto, se dirigió en seguida al suplicio. Los que lo llevaban, poco antes deferentes con él, se endurecieron, considerando insensatas las palabras que acababa de pronunciar. Él, a punto de morir a fuerza de golpes, dijo entre suspiros: "Bien sabe el Señor, que posee la santa sabiduría, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y los sufro con gusto en mi alma por respeto a él." Así terminó su vida, dejando, no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.

  • Salmo Responsorial: 3
    "El Señor me sostiene."

    Señor, cuántos son mis enemigos,
    cuántos se levantan contra mí;
    cuántos dicen de mí:
    "Ya no le protege Dios." R.

    Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
    tú mantienes alta mi cabeza.
    Si grito invocando al Señor,
    él me escucha desde su monte santo. R.

    Puedo acostarme y dormir y despertar:
    el Señor me sostiene.
    No temeré al pueblo innumerable
    que acampa a mi alrededor. R.

  • Evangelio: Lucas 19,1-10
    "El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido"

    En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió en una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa."

    Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador." Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más." Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."

Evangelio del lunes 16 de noviembre de 2009

  • Primera Lectura: I Macabeos 1,10-15.41-43.54-57.62-64
    "Una cólera terrible se abatió sobre Israel"

    En aquellos días, brotó un vástago perverso: Antíoco Epifanes, hijo del rey Antíoco. Había estado en Roma como rehén, y subió al trono el año ciento treinta y siete de laera seléucida. Por entonces hubo unos israelitas apóstatas que convencieron a muchos: "¡Vamos a hacer un pacto con las naciones vecinas, pues, desde que nos hemos aislado, nos han venido muchas desgracias!" Gustó la propuesta, y algunos del pueblo se decidieron a ir al rey. El rey los autorizó a adoptar las costumbres paganas, y entonces, acomodándose a los usos paganos, construyeron un gimnasio en Jerusalén; disimularon la circuncisión, apostataron de la alianza santa, emparentaron con los paganos y se vendieron para hacer el mal.

    El rey Antíoco decretó la unidad nacional para todos sus súbditos de su imperio, obligando a cada uno a abandonar su legislación particular. Todas las naciones acataron la orden del rey, e incluso muchos israelitas adoptaron la religión oficial: ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado. El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey mandó poner sobre el altar un ara sacrílega, y fueron poniendo aras por todas las poblaciones judías del contorno: quemaban incienso ante las puertas de las casas y en las plazas; los libros de la Ley que encontraban, los rasgaban y los echaban al fuego, al que le encontraban en casa un libro de la alianza y al que vivía de acuerdo con la Ley, lo ajusticiaban, según el decreto real.

    Pero hubo muchos israelitas que resistieron, haciendo el firme propósito de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que contaminarse con aquellos alimentos y profanar la alianza santa. Y murieron. Una cólera terrible se abatió sobre Israel.

  • Salmo Responsorial: 118
    "Dame vida, Señor, para que observe tus decretos."

    Sentí indignación ante los malvados,
    que abandonan tu voluntad. R.

    Los lazos de los malvados me envuelven,
    pero no olvido tu voluntad. R.

    Líbrame de la opresión de los hombres,
    y guardaré tus decretos. R.

    Ya se acercan mis inicuos perseguidores,
    están lejos de tu voluntad. R.

    La justicia está lejos de los malvados,
    que no buscan tus leyes. R.

    Viendo a los renegados, sentía asco,
    porque no guardan tus mandatos. R.

  • Evangelio: Lucas 18,35-43
    "¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea otra vez"

    En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, había un ciego sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba gente, preguntaba qué era aquello; y le explicaron: "Pasa Jesús Nazareno." Entonces gritó: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!" Los que iban delante le regañaban para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!" Jesús se paró y mandó que se lo trajeran. Cuando estuvo cerca, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?" Él dijo: "Señor, que vea otra vez." Jesús le contestó: "Recobra la vista, tu fe te ha curado." En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al ver esto, alababa a Dios.

Quince minutos ante el Sagrado Corazón

CONFORMIDAD DE NUESTRO CORAZÓN CON SU CORAZÓN

DESCENDÍ DEL CIELO NO PARA HACER MI VOLUNTAD, SINO LA DE MI PADRE


Hijo mío, Yo vine a la tierra para hacer la voluntad de Aquél que me envió. Sabía cuántos insultos, dolores, desprecios y tormentos me estaban reservados, y sin embargo, no vacilé en abrazar la voluntad de mi Padre. Todo esto era bien poco en comparación de la amargura que experimentaba mi Corazón al pensar en la ingratitud de los hombres que, ciegos y deslumbrados los unos con el amor de los placeres y el brillo de las riquezas, y dormidos los otros sobre los papeles de sus negocios, los primeros no han querido verme, y los otros apenas se despiertan, o se despiertan tan tarde que hacen inútiles mis enseñanzas y la vida que di por ellos. ¡ Oh ingratitud incomprensible! Tu también hijo mío te apartas de mi. ¿Por qué corres tras de lo que no has de conseguir? ¿Por qué te precipitas en las fuentes cenagosas que no apagan la sed? Por qué no escuchas mi voz, cuando te llamo como el padre más cariñoso, como el amigo más fiel? En mi Corazón y en el de mi Purísima Madre, que también lo es tuya, encontrarás el manantial que nunca se agota. Te ofrezco dulzuras incomparables y tú prefieres el acíbar que produce el remordimiento, a cambio de un momento de placer. Buscas una dicha ficticia y engañosa, y a pesar del afán con que la buscas, tienes que confesar que no la encuentras. ¿Sabes por qué? Porque has despreciado la Ley que yo te di, y te has desviado de la senda que yo te tracé. Si alguna vez me sigues, tu paso es tan inseguro que el menor obstáculo te hace retroceder.

¡Oh dulcísimo Corazón! Ya que dijistes: Qui fecerit voluntatem Patris mei, ipse meus frater est, yo quiero ser tu hermano.

Y para que yo pueda llevar con propiedad este título deliciosísimo que me da tu amor, ayúdame Madre mía, y Tú, Jesús mío, modelos de humildad y obediencia. Yo propongo en adelante conformarme con tu voluntad, Corazón adorable de Jesús.

Y si te dignas darme tribulaciones, te amaré siempre, Corazón pacientísimo.

Si quieres darme alegrías, te amaré siempre, Corazón humildísimo.
Si quieres darme enfermedades y pobreza, te amaré siempre, Corazón modestísimo.
Si quieres que me injurien y calumnien, te amaré siempre, Corazón mansísimo. Si quieres que me ensalcen, te amaré siempre, Corazón perfectísimo.
Y si quieres que me humillen, que mis parientes me nieguen, que los amigos me falten y que la sociedad me abandone, haz que te ame siempre, Corazón santísimo, porque todo lo que no eres Tú, nada es, y no quiero confiar sino en ti, para que pueda morir exclamando:

Cumplí tu voluntad, Jesús divino,
Mientras viví en el mundo cenagoso;
Y hoy, por mi dicha, al fin de este camino

Espero me recibas amoroso.

Sagrado Corazón de Jesús

Sagrado Corazón de Jesús
Ten piedad y misericordia de nosotros.

Ejercicio Piadoso en Honor del Sagrado Corazón de Jesús

Oh sacratísimo Corazón de Jesús, dígnate aceptar este obsequio que te ofrezco a mayor gloria tuya y bien de mi alma. Amén
Y para recordar ahora el grande amor que nos has tenido, voy considerando tus Promesas saludándote al mismo propio tiempo con la oración del Padrenuestro, salida de tu Corazón y de tus labios.

Primera promesa: Daré a mis devotos todas las gracias necesarias para su estado.

Segunda: Pondré paz en sus familias.

Tercera: Los consolaré en sus aflicciones.

Cuarta: seré su Protector durante la vida y principalmente en la hora de su muerte.
¡Oh Jesús, oh Jesús mío! ¡Qué consoladoras son para mí estas promesas. Padrenuestro ...

Quinta promesa: Bendeciré generosamente todas las empresas de mis devotos.

Sexta: Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente inagotable de la misericordia.

Séptima: Las almas tibias se enfervorizarán.

Octava: Las almas fervorosas se elevarán a grande santidad.
¡Oh Jesús, oh Jesús mío! Por tu Corazón te pido que cumplas en mí estas tus consoladoras promesas.
Padrenuestro ...

Novena promesa: Daré a los sacerdotes la gracia de conmover a los pecadores más empedernidos.

Décima: Bendeciré las casas en las cuales sea expuesta y honrada la Imagen de mi Corazón.

Undécima: Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, y jamás se borrará de Él.

Duodécima: A los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos, prometo la gracia de la perseverancia final y de que no morirán en desgracia mía y sin recibir los Santos Sacramentos.

¡Oh Jesús, Oh Jesús mío! Tu Corazón ya no puede darnos más: Concédeme el cumplimiento de estas tus dulces y consoladoras promesas y úneme a ti para siempre en el Cielo. Amén, Padrenuestro ...

Oración: Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano, míranos postrados humildemente ante tu altar. Tuyos somos y tuyos queremos ser; para que podamos unirnos hoy más íntimamente contigo, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu sacratísimo Corazón: Es verdad que muchos jamás te conocieron, que muchos te abandonaron después de haber despreciado tus mandamientos. Ten misericordia de unos y otros, benignísimo Jesús, y atráelos con fuerza todos juntos a tu Sacratísimo Corazón.

Reina, Señor, no solamente sobre los fieles que jamás se apartaron de ti, sino también sobre los hijos pródigos que te abandonaron, y haz que éstos prontamente regresen a la casa paterna, para que no mueran de hambre y de miseria.

Reina sobre aquellos a quienes traen engañados las falsas doctrinas o se hallan divididos por la discordia, y volvedlos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve no haya sino un solo redil y un solo Pastor.

Reina, finalmente, sobre cuantos viven en las antiguas supersticiones de la gentilidad; y, como tuyos que son, sácalos de las tinieblas a la luz del reino de Dios.

Concede, Señor, a tu Iglesia segura y completa libertad; otorga la paz a todas las naciones y haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola voz: Alabado sea el divino Corazón, por quien nos vino la salud ; a él sea la gloria y honor por todos los siglos de los siglos. Amén.

Nuestra Señora del Sagrado Corazón

Nuestra Señora del Sagrado Corazón
Ruega por nosotros.

Letanía del Corazón agonizante de Jesús

  • Señor, ten piedad de nosotros.
    Jesucristo, ten piedad de nosotros.
  • Señor, ten piedad de nosotros.
  • Jesucristo, escúchanos.
  • Jesucristo óyenos.
  • Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
  • Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
  • Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
  • Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros,
  • Corazón agonizante de Jesús, ten misericordia de los moribundos.
  • Corazón agonizante de Jesús que, desde el primer instante de tu formación en el casto seno de maría has sufrido por nuestra salvación, ten misericordia de nosotros.
  • Corazón agonizante de Jesús, que durante toda tu vida has sufrido tantas penas interiores, especialmente durante tu pasión, ten misericordia de nosotros. (En adelante se repite ten misericordia de nosotros).
  • Corazón de Jesús, que llevaste contigo a tus más caros discípulos para ser testigos de tu dolorosa agonía en el huerto de los Olivos.
  • Corazón agonizante de Jesús que dijiste a sus apóstoles: triste está mi alma hasta la muerte.
  • Corazón agonizante de Jesús, que fuiste sobrecogido de una mortal tristeza al prever la inutilidad de tus sufrimientos para un gran número de almas.
  • Corazón agonizante de Jesús que has sido saciado de amargura por causa de nuestros pecados.
  • Corazón agonizante de Jesús que pediste tres veces a tu padre celestial alejase de ti el cáliz de tu pasión.
  • Corazón agonizante de Jesús, que has repetido tres veces esta oración: Padre mío, que se haga tu voluntad y no la mía.
  • Corazón agonizante de Jesús, que has hecho esta queja amorosa a tus apóstolos: ¡Cómo! ¿no has podido velar un ahora conmigo?
  • Corazón agonizante de Jesús, cubierto por la violencia del dolor y por el exceso de tu amor, con un sudor de sangre abundante, que empapó la tierra donde estaba prosternado.
  • Corazón agonizante de Jesús, abierto para los pobres pecadores.
  • Corazón agonizante de Jesús, abismo de misericordias.
  • Corazón agonizante de Jesús, que nunca te cansas de nuestros ruegos.
  • Corazón agonizante de Jesús, en el que esperamos contra toda esperanza.
  • Corazón agonizante de Jesús, nuestro asilo contra tu propia cólera.
  • tribunal de misericordia, al que podemos apelar en los decretos de tu justicia.
  • Corazón agonizante de Jesús, donde la justicia y la misericordia se han abrazado.
  • Corazón agonizante de Jesús, obediente hasta la muerte de cruz.
  • Corazón agonizante de Jesús, que has pagado por nuestras iniquidades.
  • Corazón agonizante de Jesús, que has convertido al ladrón crucificado a tu derecha.
  • Corazón agonizante de Jesús, que nos has prodigado tu dulzura.
  • Corazón agonizante de Jesús, al que en cambio hemos vuelto hiel y vinagre.
  • Corazón agonizante de Jesús, que has encomendado tu alma santísima en las manos de tu Padre.
  • Corazón agonizante de Jesús, víctima infinitamente agradable a tu Padre.
  • Corazón agonizante de Jesús, víctima a quien consumió el fuego de amor.
  • Corazón agonizante de Jesús, sacrificio perpetuo.
  • Corazón agonizante de Jesús, sacrificio que aplacas la justicia divina.
  • Corazón agonizante de Jesús, nuestra luz en la sombras de la muerte.
  • Corazón agonizante de Jesús, nuestra fuerza en el último combate.
  • Corazón agonizante de Jesús, sacrificio perpetuo.
  • Corazón agonizante de Jesús, que aplacas la justicia divina.
  • Corazón agonizante de Jesús, nuestra luz en las sombras de la muerte
  • Corazón agonizante de Jesús, nuestra fuerza en el último combate.
  • Corazón agonizante de Jesús, dulce refugio y consuelo de los agonizantes.
  • Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Perdónanos Señor.
  • Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo. Escúchanos Señor.
  • Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Ten misericordia de nosotros Señor.

V. Corazón agonizante de Jesús, esperanza de los que mueren en ti.
R. Ten misericordia de los moribundos

Oración

¡Oh amantísimo Señor Jesús! Que has querido nacer, sufrir y morir por salvar a todos los hombres, es en nombre de todas las pobres almas que sufren en este instante y que sufrirán en el día de los combates de la agonía, que te suplicamos humildemente les concedas la gracia, por los dolores de tu Corazón agonizante, del arrepentimiento y del perdón. Dígnate, oh divino Salvador, escuchar esta almas que has rescatado con tu preciosísima sangre y que te claman por la intervención de sus hermanos en la fe. Es hacia Ti, Oh Corazón agonizante de Jesús, que vuelven nuestras miradas moribundas y la esperanza de nuestras almas en este día del último combate en que por la mañana no esperamos ver la tarde, y en la tarde no esperamos ver la mañana, en que todo es luto y abandono en torno nuestro; nuestros cuerpos caen en la disolución, nuestras almas están sobrecogidas de espanto, nuestros ojos ya nublados se fijan en tu imagen crucificada, Oh Jesús, y en la de tu Corazón herido por los pecadores… Vemos esta herida abierta para ofrecernos un asilo contra los enemigos de nuestra salvación… En ella buscamos nuestro refugio… ¡Oh Corazón lleno de compasión hacia nosotros! Sálvanos, ocúltanos a tu propia justicia, y no nos trates según nuestras iniquidades. Sálvanos, Señor, puesto que tu adorable nombre ha sido invocado sobre nosotros en el bautismo, por la Iglesia, tu santa esposa; no olvides que María, tu Madre, es también la nuestra; tu corazón y nuestros labios la han proclamado inmaculada y siempre Virgen. Danos la fe y la contrición que diste al buen ladrón; acepta nuestros dolores y nuestras angustias en unión a tu dolorosa agonía; dígnate oh misericordiosísimo Redentor del mundo, dejar caer sobre nuestras almas una gota de ese sudor divino que destiló de tu sagrado cuerpo en el huerto de los Olivos, y de la sangre preciosa que salió de tu santísimo corazón herido con la lanza en la cruz. La fuerza y la dulzura de este celestial licor lavará todas nuestras iniquidades, será el bálsamo divino que sanará nuestras llagas y nos reconciliará contigo. Oh Jesús; en fin, Oh Corazón agonizante de nuestro Salvador y de nuestro juez, atiende a nuestro deseos; que sostenidos por María, nuestra tierna madre, y por san José, nuestro poderos protector, tengamos la dicha de unirnos a ti por toda la eternidad. Amén.

Prácticas

1º Rezar por los agonizantes tres Padre nuestro en memoria de la pasión del Señor y tres Ave María, en memoria de los dolores de María.
2º Procura a los agonizantes la asistencia de un sacerdote, y si no lo consigues, asístelos tú mismo haciéndoles repetir los dulces nombres de Jesús y María.
3º Inspírales sentimientos de humildad filial confianza.
4º Ponles el escapulario de N. S. del Carmen, pues el que muera revestido con esta divisa no caerá en el infierno, María lo ha dicho y no puede engañarnos.
5º Inspira al enfermo que se abandone completamente entre los brazos del S.S. José, este padre protector especial de la buena muerte, que tiene gran poder para conseguir para los que le invoquen la gracia de expiar dulcemente como él entre los brazos de Jesús y María.
5º Enseña a todos los que no la conozcan, la devoción del Corazón agonizante: introdúcela en las familias, en las comunidades y entre tus amigos; y no dudes que aquel Sagrado Corazón te bendecirá. Si por el fervor de tus oraciones llegas a salvar cada día un alma, serán, al cabo de un año trescientas sesenta y cinco las que habrás salvado… en diez años serán tres mil seiscientas cincuenta. ¡Qué cosecha! ¡Qué corona para la eternidad!

Letanías del Sagrado Corazón de Jesús

Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros
Jesucristo óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, que eres un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno,
Corazón de Jesús, formado en el seno de la Virgen Madre por el Espíritu Santo,
Corazón de Jesús, al Verbo de Dios substancialmente unido,
Corazón de Jesús, de majestad infinita,
Corazón de Jesús, Templo santo de Dios,
Corazón de Jesús, Tabernáculo del Altísimo,
Corazón de Jesús, Casa de Dios y puerta del cielo,
Corazón de Jesús, Horno ardiente de caridad,
Corazón de Jesús, Santuario de justicia y de amor,
Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor,
Corazón de Jesús, Abismo de todas las virtudes,
Corazón de Jesús, digno de toda alabanza,
Corazón de Jesús, Rey y centro de todos los corazones,
Corazón de Jesús, en que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia,
Corazón de Jesús, en que mora toda la plenitud de la divinidad,
Corazón de Jesús, en que el Padre se agradó,
Corazón de Jesús, de cuya plenitud todos nosotros hemos recibido,
Corazón de Jesús, deseo de los eternos collados,
Corazón de Jesús, paciente y muy misericordioso,
Corazón de Jesús, liberal con todos los que te invocan,
Corazón de Jesús, fuente de vida y de santidad,
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, colmado de oprobios,
Corazón de Jesús, desgarrado por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, hecho obediente hasta la muerte,
Corazón de Jesús, con lanza traspasado,
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo,
Corazón de Jesús, vida y resurrección nuestra,
Corazón de Jesús, paz y reconciliación nuestra,
Corazón de Jesús, víctima por nuestros pecados,
Corazón de Jesús, salvación de los que en Ti esperan,
Corazón de Jesús, esperanza de los que en Ti mueren,
Corazón de Jesús, delicias de todos los Santos,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo: ten misericordia de nosotros.
V.- Jesús manso y humilde de corazón.
R.- Haz nuestro corazón conforme al tuyo.

Oremos: Oh Dios todopoderoso y eterno: mira el Corazón de tu amantísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te tributa; y concede aplacado el perdón a éstos que piden tu misericordia en el nombre de tu mismo Hijo Jesucristo. Quien contigo vive y reina en los siglos de los siglos. Amén.

A todas las invocaciones que siguen se responde: “Ten misericordia de nosotros”

Acto de Consagración a Ntra. Sra. del Sagrado Corazón


¡Nuestra Señora del Sagrado Corazón!, Madre de la divina misericordia, puerta del Cielo, dispensadora de los dones de Dios. Mírame aquí postrado a tus pies. Puesto que tú eres la consoladora de los afligidos, la saluda de todos, sé también mi consuelo, mi refugio y mi salud.

A ti te invoco como la confianza de los justos, la esperanza de los desesperados, la fuerza de los débiles y la paz de los corazones agitados. A ti dirijo, tierna Madre mía, mis suplicantes miradas, y me pongo desde ahora y para siempre jamás bajo tu poderosa y maternal protección. A ti consagro mi espíritu con todos sus pensamientos, mi corazón con todos sus afectos; en una palabra, mi ser todo entero.

Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ven en socorro mío. Aleja de mí al demonio con sus asechanzas; haz que yo ame a Dios sobre todas las cosas, que le sirva fielmente y que tenga la dicha de morir en su santo amor para reinar eternamente contigo en su gloria. Así sea.


Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ruega por nosotros. (Tres veces).

Invocaciones al Sagrado Corazón de Jesús

Amor del Corazón de Jesús, abrásanos.
Caridad del Corazón de Jesús, derrámate en nosotros.
Fuerza del Corazón de Jesús, sostennos.
Misericordia del Corazón de Jesús, perdónanos.
Paciencia del Corazón de Jesús, no te canses de nosotros.
Reino del Corazón de Jesús, establécete en nosotros.
Voluntad del Corazón de Jesús, dispón de nosotros.
Celo del Corazón de Jesús, inflámanos.
Virgen Inmaculada, ruega por nosotros al Corazón de Jesús.

NTRA. SRA. DEL SAGRADO CORAZÓN


Nuestra Señora del Sagrado Corazón no es solamente un nombre, es sobre todo una forma de presentar y conocer a María, una manera de contemplarla y rezarla, una síntesis de la rica tradición de devoción y teología que se encuentra en la Iglesia desde los Tiempos del Nuevo Testamento, concerniente al papel que Dios ha concedido a María en su plan de salvación.

Este título mariano es uno de los pocos que relacionan a María explícitamente con su Hijo, y sobre todo con el Corazón de su Hijo; que se concentra en el misterio de su ser y la esencia de su misión. Una de las características de este título es que no nos presenta a María sola, sino en relación con Jesús y a través de El con toda la Trinidad.

LA IMAGEN: María con su Hijo en brazos, éste mostrando su Corazón y a su Madre y ésta tomando el Corazón de su Hijo con la mano derecha.

- El punto central de la representación escultórica es Jesús con su corazón abierto por la lanza del soldado. El Corazón representa el centro de la persona: la esencia, lo característico y lo fundamental de la persona. En el caso de Jesús: su fuente de vida, su amor sin límites, su donación absoluta por nosotros.

- Jesús nos muestra cariñosamente a su Madre: es en ella donde ha hallado una real sintonía con su Corazón, con la profundidad de su ser.

- María con su Hijo en brazos rememora el misterio de su virginal maternidad, el gran hecho histórico de la encarnación de Dios por obra del Espíritu Santo.

La devoción al Sagrado Corazón es un compendio de toda la vida cristiana. El Sagrado Corazón significa la persona integral de Cristo mirada especialmente en la profundidad de su personalidad: el Amor.

En 1855 el P. Julio Chevalier tuvo la inspiración de llamar a María “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”. No fue fruto de ninguna revelación o aparición especial, sino la consecuencia de la reflexión sobre el Sagrado Corazón y el misterio de María. Escribió estas líneas:

“Usando este título, damos gracias y glorificamos a Dios, por haber elegido a María, entre todas sus criaturas, para concebir en su seno virginal y de su propia sustancia el Corazón adorable de Jesús, honramos de una manera especial los sentimientos de amor, de humilde sumisión, de respeto filial que Jesús sintió en su Corazón hacia su Madre. Con este título especial reconocemos el poder inefable que nuestro Señor dio a su Madre para conducirnos al Corazón de su Hijo, de revelarnos los misterios de amor y de misericordia que contiene, de abrirnos los tesoros de gracias de los que es fuente, y de distribuirlos personalmente a todos los que recurren a ella e invocan su intercesión poderosa. Todo está contenido en esta invocación: “Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ruega por nosotros.”

CONSAGRACIÓN DE LOS NIÑOS A NTRA. SRA. DEL SAGRADO CORAZÓN

Con verdadera complacencia, Nuestra Señora del Sagrado Corazón, coloco bajo tu materno y poderosa protección a este querido hijo(a) mío(a), que te consagro hoy. Que él (ella) sea siempre el objeto de tu tierna solicitud. Vela sobre él (ella), consérvale la inocencia y la santidad. Que crezca bajo tus miradas en sabiduría y en virtud. Haz, Señora y Madre mía, que sea la alegría de sus padres y la gloria de la Iglesia, y que después de servir a Dios en el tiempo, tenga la recompensa de los santos en la eternidad. Esta gracia te pido, Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Así sea.